Mira sus pies avanzar por la sucia acera. Cada detalle del
pavimento llama su atención, cada piedrecilla inscrustada en ese éter gris
llenan su mente de pensamientos inocuos e infructíferos. Su mente navega de
idea en idea, vaga por los universos conocidos y por conocer. Mira sus pies
ponerse una y cien veces delante del otro, observa su sombra imitarlo como una
extraña copia atrapada en un mundo bidimensional. El sol de la tarde estira a
su gemelo por toda superficie, crece y se achica según lo determina su entorno.
El no se siente solo cuando mira su sombra, ni cuando mira sus pies, ni cuando
abraza a su novia. El nunca esta solo, siempre hay alguien o algo con quien
compartir aquellas ideas que rápidamente olvida. ¿Cuántas veces habrá pensado
lo mismo creyendo que su idea es nueva? Preguntas así sacan incomodas sonrisas
de su rostro sereno. Las piedras del camino, sus pies, su sombra, el sol, la
luna que se asoma entre la cordillera. El camino rayado por el contraste
crepuscular como una malla siniestra que funde al mundo lentamente a la
oscuridad. Piensa en esa foto mental que captura con sus ojos y que lamenta no
poder compartir, un encuandre maravilloso que sería premiado y elogiado por
todos… Vuelve a sonreir, su mundo es perfecto.
La ciudad se extiende en largas sombras a medida que el
astro encuentra su cobijo entre los cerros. El tibio viento lo envuelve en
fantasías de tardes de verano, de carpas, fogatas y bosques. Su mente estalla
en recuerdos de aquellas jornadas de juegos y canciones. De violencia y
romance. Tardes de niño, joven y adulto.
Un escalfrío lo saca
de un tirón de aquel en sueño. Detiene
sus pasos en seco, levanta su mirada, respira hondo. El sol desaparece entre
las sombras, la oscuridad lo abraza y el calor de la primavera emergente huye
junto a las aves. Los graznidos de los pajaros asustados dan la cuota de terror
restante. Delante suyo se encuentra su casa, cruzando la calle, la misma
avenida que lo ha observado crecer durante toda su vida. Ahí, silenciosa y
acogedora se encuentra aquella caja de recuerdos bien guardados. Sus luces
apagadas dan la sensación de descanso, la casa duerme… Un sueño que no es
natural. El lo sabe, la casa ha sido dormida. Por eso el escalofrio, algo ha
cambiado. El camino, las piedras, la sombra, el sol, la luna… Nada esta en su
lugar. El tiempo ha dado una pausa. El viento no existe, el ruido es solo un
recuerdo. El mundo se ha paralizado y el puede percibirlo. El cielo es naranjo,
las nubes rojas, el aire perfumado huele a ciruelo. La oscuridad de la noche se
ha detenido finalizado el crepúsculo. Las sombras como demonios congelados que
tragaban la luz lo miran desde su negrura con ojos compasivos. Teme moverse, respira con lentitud. Siente
que si destruye esa calma, los relojes volverán a dar con su tic tac y con
ello, se terminaría esa paz que gobernaba a su alrededor. Sus ojos buscan
registrar ese momento mágico, su nariz trata de captar esos aromas que se
desvanecen en cada inhalación. Quizas, es solo su imaginación la que le juega
una simpática broma, un sueño lucido en plena conciencia. El tiempo sigue
avanzando a su alrededor, es cosas de despertar… Pero al parecer no quiere
despertar, su mirada demuestra que esta gozando este extraño momento. Su
curiosidad aplasta su temor y decide dar un paso hacia su casa… Nada ocurre.
Las piedrecillas son aplastadas por las gomas de sus zapatillas, arrastradas
milímetros por la ruda superficie, mas el sonido jamas llegaría a sus oídos. Su
rostro se ilumina, da otro paso y otro mas.
Su sombra se ha quedado pegada en su ultima posición. Se encuentra en
medio de la avenida. No hay autos, no hay personas. La luna fría se asoma
curiosa entre los picos andinos… Pero el universo se encuentra congelado. ¿Esta
es acaso la muerte?... El miedo le borra su cara de niño. Quizas entre sus
pensamientos e ideas algo ha sucedido y el mundo lo ha sacado de la realidad y
solo ha quedado su sombra impregnada para siempre en los recuerdos de aquellos
que llenaban su mente. ¿Esto es todo?... No hay tuneles de luz, no hay dolor,
no hay gritos. Simplemente el tiempo te baja de su carro y quedas suspendido en
el eterno episodio de tu ultimo recuerdo. El crepúsculo, coincidencia o escrito
divino? A él le gusta el atardecer. La hora mágica, los aromas deliciosos de
las tardes. La hierba y la tierra humeda, el aroma del humo de las fogatas, el
mar bullicioso cantando sus nanas para dormir al mundo. Los grillos y sus coros
junto a las cigarras. El punto intermedio entre el dia y la noche. Ese instante
en que los enamorados declaran sus emociones, en que los amigos abrazan los
recuerdos, en el que los padres admiran a sus hijos y los hijos agradecen a sus
padres. El crepúsculo, ese momento intermedio en el que la magia es real y los
sueños se clavan como recuerdos de actos reales… Ahí estaba él, entre la luz y
la oscuridad. Entre el sol oculto y la luna emergente, embriagado del silencio…
Por primera vez solo, completamente solo, sin pensamientos idiotas o vanales. La
inseguridad supera a su miedo, no sabe a que temer. Quiere gritar pero no sabe
como hacerlo. Quiere correr, pero no sabe a donde. Quiere llorar, pero no sabe
por quien. Su tiempo se acabo, es por eso que el mundo se detuvo. Nadie le dijo
cuanto le quedaba, siente rabia, se siente estafado por la realidad, odia al
cura por mentiroso, odia a Dios y su inexistencia, odia no poder odiar lo que
no existe… Se odia a si mismo por no haber levantado la cabeza antes.
Vuelve su mirada a su
sombra, quieta, inherte. Es todo lo que queda de él en el mundo de ayer. Lleva
sus ojos a su casa, oscura, fría, tenebrosa. No quiere entrar ahí, el la conoce
y sabe que los recuerdos que en ella se guardan lo harían quedarse para siempre
ahí y el no quiere pasar su eternidad en un solo lugar… Teme no poder abrir la
reja que la separa del mundo exterior y no poder acceder a todas esas imágenes
y sensaciones que construyen su conciencia. Respira hondo, sus pulmones se
llenan de aromas únicos y particulares, su cabeza revienta en buenos recuerdos,
el mundo se llena de colores por un solo segundo, el universo se expanden en
cientos y miles de espacios ocupados por su memoria. Abrazos, besos, risas,
golpes, llantos, rabias, colores, aromas… Todo se agolpa en un chispazo
brillante que encandila su mirada. Al devolver el aire al mundo, puede observar
una silueta junto a la entrada de su casa. Sus ojos brillan en la negrura de su
figura que recorta los rojizos rayos de sol que se cuelan entre las montañas.
El lo mira inmóvil, ambos se miran en absoluto silencio, un cuadro
monocromático es pintando sobre ellos. El universo paralizado pareciera que de
repente ganase masa y todo el cosmos aplastara esa escena. ¿Frente a quien
está? Su sombra se encuentra atrás inmóvil, el esta ahí sobre sus pies bajo su
cabeza. Pero eso que custodia la puerta de su casa, quien es?... Dios?... El
Otro?... Buda?... La muerte??... Es alguien o algo??... No se vé hostil, se ve
tranquilo, frío, como todo lo que los rodea en ese instante. Mas que puede
pasar?...
-Hola?
Pregunta a esa figura espectral quien responde con silencio
el cuál es roto por el sonido del mecanismo de la chapa de la reja. Se pueden
oir los cerrojos de acero liberar una puerta de la otra para posteriormente
separarse lentamente acompañado de lastimero quejido de los metales mal
lubricados. La puerta queda abierta. La extraña figura extiende una de sus
manos señalando la entrada. Nuevamente una pausa que parece ser eterna…
… Levanta uno de sus pies e inicia una lenta caminata hacia
su casa o lo que sea que simbolice aquella estructura sin alma. Al cruzar cerca
del espectro este se desvanece apareciendo casi instantáneamente frente a él
unos metros mas adelante, siempre oscuro, como si la luz lo esquivase al pasar
por su cuerpo, solo sus ojos brillan en lo que parece ser su cabeza.
La puerta de su casa,
envejecida por los años, la pintura descascarada, el pomo oxidado, el cristal
ahumado por la tierra… El espectro a su espalda… Todo era tan siniestro que
parecía no ser real, nada podría ser tan oscuro, tan triste, tan simple… Su
vida no había sido así, sus recuerdos le gritaban que esto ni podía terminar
así. Así que sonríe, da media vuelta y empuja la puerta con su mano…
-Sabes, soy un descortez, ¿Te tomas un café?
Una extraña curva de luz se dibuja bajo esas estrellas que
brillaban como ojos en ese manto oscuro. La silueta le devolvía la sonrisa.
Fue imposible saber cuanto tiempo pasó, el sol y la luna
seguían congelados en el firmamento. El hervidor saltó, las tazas se llenaron
una y otra vez. El le mostraba sus fotos, sus videos, las fotos de sus
hermanos, los recuerdos de sus padres. Le mostró la antorcha en su pieza, el
mandala sobre su cabecera. Le conto acerca de sus cicatrices, se río de sus
pies planos y de su meñique que no tocaba el piso. Fueron quien sabe cuantos
años, cuantas tazas de café, de té, de jugo, de agua. Todo parecía eterno. No
hubo recuerdo que no investigara, todo parecía volver a brillar. Finalmente,
después de quien sabe cuantos siglos, el espectro deja la taza en la mesa
resonado la losa por cada esquina de la fría morada. La cuchara queda
tintineando unos breves instantes, era la primera vez que algo que no era un
voz, sonaba. El ruido capta la atención del joven, siente que todo comienza a
vibrar, puede notar el segundero del reloj de su cocina reactivar su marcha.
Las hojas de los arboles se mecen lentamente. La sombra se pone de pie, acomoda
la silla. El lo sigue con la mirada. El espectro abre la puerta inundando la
habitación con aquella luz anaranjada propia del atardecer. La oscura silueta
recortada por la luz tenue de la tarde da media vuelta, hace una pequeña
reverencia y con una voz que sonaba desde todos lados dice:
-Gracias por la Once.
Y se retira. El mundo pareciera que fuese a colapsar, todo
vibra, los colores se precipitan unos contra otros tratando de recuperar el
tiempo perdido. El segundero se desliza medio camino hasta antes del segundo.
El piso absorbe sus pies engulléndolo con voracidad, el universo se fractura y
cae junto a el en una espiral de miedo…
… Detiene sus pasos frente a su casa, sube la mirada. Una
micro le corta la vista de su casa, con sus luces encendidas y sus colores
brillantes. El sol desaparece entre la cordillera. La luz anaranjada se
desvanece dejando el camino libre a las estrellas.
-¿En que piensas?
Su voz es como un
cuerda que se le amarra al tobillo y lo arrastra de vuelta a otro universo. Una
nueva o una antigua realidad que no es capaz de recordar… Solo sabe que ahí se
esta bien.
El sol aun no se esconde entre tras la ciudad.
-Hola?... Despierta!!
Un par de pestañeos para caer finalmente en su plano. Ella
lo mira con cara de pregunta. El sacude su cabeza y se ríe.
-¿Qué onda, a donde te fuiste?
El la besa, la abraza…
-¿En que estabas pensando?
El saborea la pregunta… ¿En que estaba pensando?... Donde
estaba??... Y responde.
- Mas allá del ocaso, tomando un café. Nos vemos mañana.
El parte su camino mirando sus pies, su sombra y las piedras
incrustadas en el pavimento.
FIN.