sábado, julio 29, 2006


Eterno Remar

“Eigo, yo remando voy, mi canoa por el rio va…”


Voy solo, mis viejos compañeros murieron en el camino, dejaron de remar, se aburrieron y se hundieron… eso creo.
La cofradía se compone de mucha gente, grandes personas que conoci en la ruta que he seguido, grandes navegantes es este tormentoso río, me acompaña inseparables botes en mi bogar, capitanes a los cuales confiaria mi vida de ser necesario. Pero voy solo.
Recuerdo haberles conocido y haber zarpado juntos, éramos un buen grupo, no recuerdo cuantos, unas de las mejores personas que habia conocido. Nos separamos en una gran bifurcación, seguí mi camino solo, por grandes bosques mi pequeña embarcación cruzo y la luz se oculto tras esos grandes ramajes. A mi viaje se unió otro navío, parecido al mío, juntos nos adherimos a una flota de 5 barcos, la flota a la cual me habían mandado.
Cientos de tormentas hicieron cambiar una y otra vez los barcos que componían esta comunidad. A ratos observaba por entremedio del bosque a mis demás compañeros, los antiguos, los que habíamos zarpado juntos desde aquel puerto, eran menos algunos ya se habían hundido.
Las corrientes hicieron cosas no muy agradables, las afluentes que alguna vez nos separaron ahora nos unían nuevamente pero con catastróficos resultados. Muchos barcos se hundieron, algunos peleamos, nuestra comunidad fue fracturada y costo mas de lo que pensé volver a remar juntos. Pero se logro, quedábamos pocos, cada uno venia con distinciones del otro lado del río, cada uno era héroe en sus batallas. Los volví a conocer, volvíamos hacer los de antes, los originales menos, pero los nuevos eran muy buenos.
Ya a pasado tiempo, mi vieja canoa ya no es lo que partió, es mas grande, tiene mas reparaciones, filtraciones y nuevas velas. El frió es gigantesco, el rió dejo de ser angosto y fácil de seguir, las aguas son mas profundas, caudalosas y por extrañas razones afectas a la marea dictada por la luna. Mis viejos compañeros ya no se ven, muchos se han hundido, otros simplemente alejados de mi ruta, otros viajan semí-inconscientes dando a ratos luces de vida. Ya no somos lo que éramos antes, no se si son mis viejos ojos los que me muestran esta triste realidad, sea quizás la gran viga en mi ojo que cubre las bondades de mis compañeros. No lo se, a cada instante muere alguien de la cofradía, otros simplemente dejan de remar y son devorados por las tormentas que nos acechan. Tengo miedo, los veo caer uno por uno, siento como los que vienen atrás debe lidiar con los escombros de nosotros, siento que es mi culpa, quizás mi remar es demasiado lento o que quizás me encarame en una corriente demasiado rápida para mi. No lo se. Admito haber hundido ciertos navíos… pero no merecían navegar con nosotros, no, no lo merecían, solo alentaban nuestro paso… si, nuestro paso… nuestro paso… mi paso… el paso… ¿hacia donde?. Estoy cansado de navegar con el rumbo marcado por una brújula que no marca el norte, cansado de ver a mis viejos compañeros hundirse o alejarse de nosotros, cansado de temerle a algo que no se que es, cansado de temer de ser la razón de aquellos decesos, cansado de temer provocarle lo mismo a quienes me acompañan ahora, cansado de temer en provocárselos a quienes vienen en camino, estoy cansado pero no quiero desistir.
Yo no comprendo por que los buenos navíos se alejan o sufren accidentes que los hunden, buenos navíos con excelentes capitanes, en cambio los malos, los egoístas, sucios y malos navíos hay que hundirlos para impedir que destruyan a otros barcos, por que no se matan solos?? Por que hay que destruirlos, por que los buenos no siguen… ¿Por qué voy solo?


El sonido del agua golpea el borde de mi bote, queda poco en cualquier momento llegaremos a mar abierto. Un ultimo crujido suena a mis espaldas, la buena barca de los últimos viejos desciende a lo profundo del afluente. Ya estaba dicho, miro su barcaza llenarse de agua, su rostro sereno desaparecer en la oscuridad, el tiron de la succión en mi bote y el frió silencio del deceso. Siento el amargo sabor de la culpa.
Levanto la vista y me encuentro con las dos últimas canoas que quedan desde aquel día en el puerto, hediondas, sucias, roídas, enmohecidas. En nada parecidas a lo que fueron. Se hundirán solas, lo sé. Los últimos vestigios, pero ya no me importa, el ultimo grande ya desapareció en las profundidades y ellos siguen llevando a la caravana. Solo espero que cuando pase, no arrastren a nadie.
Se aloja el amargo sabor de la soledad, de la culpa. Mi bote se mece con rudeza, miro con desprecio a los últimos compañeros, miro a mis amigos buscando una salida y devuelven una mirada de comprensión.
Se que realmente no voy solo, pero me quede solo, nos soy el ultimo que queda de esa hermandad pero con el dolor de mi alma siento que tarde o tempranos esos dos o repuntan o con mi mano se hundirán con el peso que significa quedar solo.

El viaje continua, el sol empieza a ocultarse, el frió empieza a aumentar, tímidas placas de hielos empiezan a aflorar. Sigo mi remar en mi canoa, mi navío, mi bote. Continuo manejando, sigo siendo capitán de mi barcaza. A mi lado siguen mis capitanes amigos, los que conocí en el trayecto, esos a los cuales estaría dispuesto a dar mi vida si la situación lo ameritara.

Se que pronto nuestras rutas se separaran en el gran océano azul, solo espero que sea cual sea nuestro destino siempre tengamos un buen remar.

“… y en las tardes frescas por la selva voy. Eigo…”


Dedicado a los que aun reman conmigo y a los que cambiaron su rumbo por algo mejor.
Y a los que se hundieron o dejaron de remar y que aun tenían mucho que dar.


Fin